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FOTO: Jacqueline Carrasco, LA REPÚBLICA

Ensayo sobre la sequedad

La falta de ciudadanía ante una crisis

Publicado: 2017-03-19

El argumento de una de las más famosas novelas de José Saramago –Ensayo sobre la Ceguera–parte de una pregunta muy simple: ¿Qué pasaría si de pronto todos los habitantes de una ciudad quedaran ciegos? La vista, sustento de muchas reglas, hace que -al ir perdiéndose- éstas se debiliten para luego disolverse. Entonces las personas deben vivir un mundo de incertidumbre y miedo. Sin los límites que imponen las normas comunes, las conductas más perversas surgen y sobreviven quienes actúan sin ningún recato moral. Es un mundo muy parecido al «estado de naturaleza» que imaginó Thomas Hobbes. 

Lima (y Callao) es una aglomeración de casi 10 millones de personas sobre un desierto. Atravesada por 3 pequeños ríos, usa dos de ellos –incluyendo pequeñas lagunas que sirven de reservas en las zonas altoandinas– y algunos pozos para proveerse de agua. Depende completamente de los sistemas de captación y distribución de dicho recurso. Servicios que en condiciones normales tienen limitaciones para llegar a todos. Y donde llegan no siempre lo hacen de forma permanente y con la mejor calidad.

El lodo ha reemplazado al agua en el Río Rimac –y al Chillón-. Los huaicos constantes han hecho imposible el funcionamiento regular del sistema de tratamiento. Apenas logra producir y distribuir un poco de agua por horas. Además, la escasa presión, en algunos lugares, hace que en estos cortos periodos de tiempo solo un pequeño hilo líquido de color tierra llegue hasta los grifos de las casas. Vivimos la experiencia de la sequedad.

Desde luego no todos la pasan igual. Algunos poseen infraestructura de almacenamiento –tanques, piscinas, etc.– o tuvieron la precaución de reservar agua con anticipación –como parte de las medidas ante un eventual terremoto en la capital–. Otros la pasan peor. Sin servicio por días. Sin reservas. Sin recursos para adquirirla o traerla de otros lugares.

Como en la novela de Saramago, los limeños han ido perdiendo –o desnudando– sus valores en esta coyuntura crítica. Algunos privilegiados han dramatizado su situación de escasez en un momento en que muchos compatriotas la pasan realmente mal. Las personas con más recursos arrasaron con los estantes de agua embotellada en los supermercados. Uno de estos rogaba a sus clientes no comprar más de 40 litros a la vez. Días después, hemos visto como algunos negocios –formales e informales– vendían el agua embotellada a precios 3, 4 o 5 veces mayor del ordinario. 

Las autoridades habilitaron lugares de distribución gratuita de agua. Algunos acudieron con enormes bidones sin considerar la necesidad de los demás. Los pleitos en los edificios empezaron, con quejas sobre el uso de las reservas existentes en los tanques. En otros sitios las personas rompieron los hidrantes del sistema contra incendios, o las tuberías de distribución en los parques y otros lugares públicos. Incluso piletas públicas, pozos sin tratamiento o sistemas de regadíos están siendo utilizados a pesar de no proveer agua apta para consumo humano. «Es que no hay agua. De algún lugar tenemos que sacar. No importa que sea sucia». Molestias. Gritos. Peleas. El malhumor reina en la ciudad. 

La emergencia aún no acaba. Lo que vemos puede ser peor. Pero ya nos ha dejado algunas lecciones. Ha desnudado lo precario de una forma de vida colectiva al margen de un Estado eficaz y fuerte. Y una ciudad que vive bajo el lema de «sálvese quien pueda», en donde solo la conveniencia personal y el intercambio mandan. Por fortuna también hay un Estado que, con sus limitaciones y a pesar del Alcalde Metropolitano, está actuando. Y no han faltado expresiones de solidaridad y trabajo conjunto, en particular en las áreas afectadas por los deslizamientos y las inundaciones.

Menuda tarea la que tienen las autoridades y los líderes de nuestra sociedad para que en Lima –y en el resto del Perú – se comprenda que no podemos enfrentar la siguiente crisis así. Negarse a ver el problema y la ceguera moral son nuestros peores enemigos.


Escrito por

Ivan Lanegra

Enseño ciencia política en la PUCP y en la Universidad del Pacífico. Tras 20 años en el Estado, intento escribir con simplicidad sobre él.


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Ensayos de Estado

Textos breves sobre política, Estado y gestión pública