La relación entre la Iglesia Católica y la ciencia nunca fue fácil. Eppur si muove, diría Galileo. El espectacular avance de la ciencia y la tecnología ha transformado –para bien y para mal– el mundo en que vivimos. Y a nosotros mismos. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Luego vino la ciencia para cambiar nuestra comprensión sobre qué es el universo, y para hacernos capaces de alterar significativamente la vida del planeta.  

Es en este contexto que el Papa Francisco presentará mañana la Encíclica Laudato si’ –Alabado seas–. El nombre es un homenaje a San Francisco de Asís. Este compuso en el siglo XIII el Cantico dellecreature. “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna”, reza una de sus estrofas. En un paralelo con su homónimo, el Papa ha escrito una encíclica que parece un canto moderno a la relación entre la naturaleza, el ser humano y la fe.

El mundo no está bien. El cambio climático es real. ¿Cuál es su causa? "Numerosos estudios científicos demuestran que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas es debido a la gran concentración de gases de efecto invernadero emitido principalmente por la actividad humana." El Papa recoge el consenso de la comunidad científica. Y este problema se agravará "si seguimos con los patrones actuales de producción y consumo.” Hay que reducir “drásticamente las emisiones de dióxido de carbono y otros gases que son altamente contaminantes” y alentar el desarrollo de fuentes de energía renovables, concluye el Sumo Pontífice.

El agua es “indispensable para la vida humana y para los ecosistemas terrestres y acuáticos", afirma Francisco, siendo el acceso al agua potable “un derecho humano fundamental, esencial y universal, porque determina la supervivencia de las personas, y esta es una condición para el ejercicio de otros derechos humanos." Del mismo modo alerta de las amenazas sobre la biodiversidad.

La tecnología moderna trae múltiples beneficios –reconoce el Papa–. Su control da un enorme poder. ¿Cómo evitar el riesgo de su uso irresponsable? Las decisiones sobre su utilización no pueden reposar en manos de unos pocos. Más cuando prevalece un paradigma tecnocrático que entiende la relación entre el ser humano y la naturaleza como una de dominio del primero sobre la segunda e ignora los límites físicos del planeta.

En la economía, la mirada tecnocrática solo considera los beneficios económicos y sostiene que cualquier problema los resolverán los mercados. Incluso, señala Francisco, promueve tecnologías riesgosas –como la liberación de organismos genéticamente modificados– subestimando los eventuales daños que pueden causar. La política y la tecnología terminan sometidas a las finanzas. “Hay demasiados intereses particulares y el interés económico llega muy fácilmente a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver sus proyectos afectados”, sentencia el documento pontificio. Posición que tiene como antecedente el Documento de Aparecida (2007), en cuya elaboración el entonces Cardenal Bergoglio jugó un papel crucial. Por eso –dice la encíclica– un verdadero enfoque ecológico siempre deriva en un enfoque social, que debe integrar la justicia en los debates ambientales, para escuchar el grito de la tierra como el grito de los pobres."

La carta papal resume los fundamentos científicos de la política ambiental. No rechaza la tecnología en tanto esta no privilegie los intereses económicos de unos pocos. Ve en el fondo de la crisis ambiental una cuestión de injusticia. Llama por ello a transformar la forma en que producimos y consumimos así como la manera como entendemos nuestra relación con la naturaleza. Es la encíclica verde.

Columna publicada en Diario 16