África ajena
Columna en Diario 16
1976. En Zaire –en el corazón del África, país conocido hoy como la República Democrática del Congo– gobierna el Presidente Mobutu Sese Seko, cabeza de una cleptocracia que en 32 años le robaría a su nación al menos 5 mil millones de dólares. En agosto de dicho año, en pleno verano, en Yambuku –un pequeño asentamiento rural al norte del Río Congo– Mabalo Lokela, un profesor de escuela de 44 años, llegaba al puesto médico con fiebre muy alta. Parecía malaria, una enfermedad común en el África y muchas veces mortal. 14 días después fallecía en medio de un cuadro clínico terrible, incluyendo hemorragias internas y subcutáneas. El Doctor Ngoy Mushola entendió que no era malaria. Estaba frente a una nueva enfermedad. La registró. Para identificarla uso el nombre de un río cercano al lugar del brote. El Ébola.
2013. 37 años después de los primeros casos, la Organización Mundial de la Salud registraba que 2387 personas habían adquirido la enfermedad del Ébola. 1590 habían fallecido. En diciembre de ese año en Meliandou, un pueblo de la Prefectura de Guéckédou, al sur de Guinea, Émile, un niño de 2 años, muere a causa de una fiebre hemorrágica. Su madre, su hermana y su abuela morirían poco después. Es el ébola. Otra vez. En poco tiempo empezaría a expandirse a otros países africanos.
2014. 14 de Octubre. Han pasado 11 meses del nuevo brote. La enfermedad registra casos en Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Senegal, Estados Unidos y España. 9,216 han enfermado. 4,555 han muerto. Los medios de comunicación de todo el mundo cubren la epidemia. En el Perú, un día antes, un ciudadano de Guinea –proveniente de un barco pesquero– era puesto en observación por “sospecha de tener ébola”. No lo tenía. Era, en cambio, una posible víctima de trata de personas. En EEUU, en el Estado de Misisipi, un grupo de padres no manda a sus hijos a la escuela porque su director viajó hace poco a Zambia. Este país africano está a miles de kilómetros al sur de los países afectados por la epidemia.
2014. 20 de octubre. La OMS declara que Nigeria está libre del ébola. El país más poblado de África, con 174 millones de habitantes, tuvo 19 casos. 7 fallecieron. Una señal de esperanza. Un día antes el Presidente Obama llamaba a la tranquilidad: “El ébola es una enfermedad grave, pero no tenemos una epidemia. Aquí –en Estados Unidos– vivimos 300 millones de personas, y sólo se han diagnosticado tres casos, aunque sólo uno ya sea demasiado. No podemos caer en la histeria y el miedo, porque eso sólo dificultará que la gente reciba la información que necesita. La ciencia y los hechos deben ser nuestra guía.” Una señal de mesura.
2014. 22 de octubre. El ébola no se transmite con facilidad. Es necesario el contacto directo o indirecto con la sangre u otros líquidos o secreciones corporales (heces, orina, saliva, semen) de personas infectadas, y solo cuando éstas presentan síntomas. El virus no se transmite a través del aire. El actual brote de Ébola presenta una tasa de mortalidad que se ubica entre el 55% y 60%.
Los países africanos que están sufriendo la epidemia están viviendo una tragedia. Pero no es la peor. Hoy en África morirán 3,000 niños por malaria. Uno cada 30 segundos. Y así cada día del año. De lo que no hay duda es que el virus de la indiferencia y el miedo puede ser letal. Un mal de fácil contagio. Vencerlo es una responsabilidad de la comunidad internacional y un deber moral de cada persona.