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El dinero (1902) - Frantisek Kupka

Estado de M.

La igualdad ante el Estado

Publicado: 2014-08-07

Luis Quispe es un peruano típico. Espera que el Estado le resuelva sus problemas. Una pensión. Un tributo mal calculado. Una cita para atender sus dolencias. No se trata de pedir favores. Está convencido –y la gran mayoría de veces tiene razón– de que el aparato gubernamental tiene la obligación de atenderlo. De ofrecerle un buen servicio. Simplemente espera que la administración pública cumpla con su deber. 

Muchas cosas pueden decirse sobre un correo electrónico -ilícitamente obtenido- que recibió el anterior Presidente del Consejo de Ministros y que ha sido hecho público recientemente. Una de ellas es que revela la manera en la que ciertos peruanos pueden dirigirse a las altas autoridades del Estado Peruano. El lenguaje de los mensajes hace evidente –groseramente– el enorme abismo que separa a los peruanos al momento de acercarse a los niveles más altos de decisión del Estado. Distancia que no es ajena a otras realidades, pero que no por ello deja de ser irritante.

Porque Luis Quispe no puede decirle “porfa” al Presidente del Consejo de Ministros. Ni puede llamar al Ministro de Economía y Finanzas “M.” ni disculparse con él con un “sorry”. No le es posible pedirle al titular del MEF que resuelva su pedido “asap” (tan pronto como sea posible). Jamás se despedirá de él con un “bss” (besos). Desde luego, Luis ni siquiera conoce los e-mails personales de estas altas autoridades. Ni tiene los medios para lograr el apoyo de personas que puedan hacer algo así por él. Y en muchísimas ocasiones no tiene la suerte de que la administración adopte rápidamente una decisión que atienda sus preocupaciones.

La promesa de la República es la de instituir una sociedad de ciudadanos y ciudadanas. El Estado democrático no resolverá necesariamente todas las desigualdades socioeconómicas que existen entre sus pobladores. Pero es su obligación tratarlos como si fueran materialmente iguales, esperando que los ciudadanos actúen en consecuencia. De esa manera genera un sentimiento de lealtad y cohesión más allá de las diferencias de ingresos y condición material. Cuando este pacto se rompe, puede generarse un sentimiento de profunda decepción capaz de minar nuestra confianza en las instituciones y en la república.

“Luis Quispe” no existe. No como una persona en particular. Son el nombre y apellido más comunes en el país. “M.” tampoco existe. No como funcionario. Pero sí como el símbolo de una comunidad política en donde las relaciones personales pasan por encima de la solemnidad y formalidad que la igualdad entre ciudadanos exige.


Escrito por

Ivan Lanegra

Enseño ciencia política en la PUCP y en la Universidad del Pacífico. Tras 20 años en el Estado, intento escribir con simplicidad sobre él.


Publicado en

Ensayos de Estado

Textos breves sobre política, Estado y gestión pública